Peper seguía en una nube desde que la mano de madera se hallaba bajo su guante, las propinas habian aumentado... Pero eso no era suficiente ahora ya sabia cual seria su objetivo en la vida y sin duda su sueño era ser juguetero artesano, como aquel afable señor que le había ayudando tan amablemente.
Lo único que el quería ahora era una forma de ayudar a la gente y lo que se le ocurrió fue sencillo, iria a la jugueteria para que le enseñasen los secretos y el arte de hacer juguetes y de hacer feliz a tantos y tantos niños, de todas las condiciones y razas, tuvieran o no dinero... El solo quería que la gente fuese tan feliz como lo era el.
Estaba asustado, era consciente de que casi era la hora de cerrar y de que tenía que volver para cuidar a los más pequeños de la calle, nadie sabía hacerlo como él.
Cuando la puerta de la tienda se abrió con un sorprendido Humberto al otro lado, Peper estaba de rodillas suplicando su oportunidad:
-Se que no tengo derecho a pediros esto... Que ya me habéis concedido mas dicha de la que merezco por haber sido un mal nacido ladron, pero me gustaría que me enseñaseis vuestro oficio.
Dicho esto, las lágrimas casi escapaban en su rostro. Humberto, le toco en el hombro y dulcemente contestó:
-Yo no soy el rey ni nadie importante... La primera lección es que no es necesario arrodillarse ante nadie. Ven mañana a las 8 para empezar la instrucción, la paga sera reducida y exigua, pero intentaremos engordarla para que puedas seguir ayudando a tus pequeños de la calle.
Dicho esto se dio la vuelta dejando perplejo a un Peper que no soñó nunca con una suerte tal. Ahora seria aprendiz del mejor maestro de juguetes además... Podría seguir ayudando a las ratillas. Se limpio las lágrimas y corrió a dar la buena noticia a sus compañeros
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